| Cuando se fundó el primer Cuerpo de Bomberos 
                en Valparaíso en 1851, la masonería dio cuenta de 
                su influencia en la sociedad chilena y determinó la creación 
                de una de las instituciones más queridas y respetadas por 
                los chilenos.  
                 Los masones de entonces y los de hoy no solo 
                  creaban logias. Buscaban también forjar instituciones 
                  libres de dogmas, transparentes en su gestión y comprometidas 
                  con el bien común. 
                El trabajo desinteresado, la igualdad y la obligación 
                  moral de actuar con rectitud, valores esenciales en la ética 
                  masónica, debían trasladarse al funcionamiento 
                  bomberil. 
                Completamente voluntario, con autoridades y 
                  cargos elegidos y la obligación de rendir cuentas de 
                  manera transparente a la comunidad. 
                   
                  ¿En qué momento el bomberismo chileno perdió 
                  el rumbo que inspiró a sus fundadores? 
                  Los escándalos de corrupción se multiplicaban 
                  en el país, pero Bomberos de Chile -la institución 
                  más valorada por los ciudadanos- parecía inmune 
                  a ella. Su tradición estaba cimentada en la probidad, 
                  la fraternidad y el servicio desinteresado. 
                Pero algo cambió y ya son muchos los 
                  Cuerpos de Bomberos públicamente expuestos por la corruptela 
                  practicada en sus filas. Y aunque solo fuera uno, ya sería 
                  repudiable. 
                   
                  Para la masonería, la corrupción degrada al ser 
                  humano y, en consecuencia, a todo el tejido social. 
                Es incompatible con el progreso humano. La probidad 
                  no es un discurso, sino una conducta que debe sostenerse en 
                  el tiempo. 
                A los bomberos chilenos se nos exige reconocer, 
                  cumplir y hacer cumplir, los valores que permitieron nuestra 
                  existencia. Nuestro servicio no está en el poder, ni 
                  en los privilegios, ni en el dinero. Nuestra grandeza se fundamenta 
                  en la rectitud ética y el compromiso con la comunidad. 
                En consecuencia, no podemos ni debemos dejar 
                  que el capital simbólico heredado de la masonería 
                  destruya lo que ha costado más de un siglo construir. 
                  Debemos levantar la voz cada vez que la corrupción amenace. 
                La respuesta debe ser ejemplar, rápida 
                  y transparente. 
                Si nuestra institución quiere seguir 
                  siendo querida y admirada por la ciudadanía debe recordar 
                  su ADN masónico: servicio desinteresado, transparencia 
                  radical y rendición de cuentas sin privilegios. 
                   
                  Carlos Monreal Parada 
                  Director  
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